Fueron muchos los viajes largos y cortos que realizó Jorge Villamil en su vida. Algunos nacionales, otros internacionales. Algunos por trabajo, otros por placer. Unos por las ciudades de Colombia, otros a los valles y selvas. En esta primera entrega nos referiremos a los más significativos para su carrera musical.
El último viaje que realizó Jorge Villamil Cordovez fue el que se lo llevó de este planeta a otro nivel de existencia; Villamil estaba convencido de que después de su paso la Tierra, seguiría su vida en un más allá. Así lo manifestó en más de una entrevista.
El primer viaje lo había realizado un 6 de junio de 1924, cuando su alma aterrizó en sobre la hacienda El Cedral en el municipio de El Pato en el departamento del Huila.
De allí, la vida lo levaría lo a conocer muchos territorios colombianos y del exterior. Los invitamos a conocer los más determinantes.
Luego de sus primeros años en la hacienda El Cedral y de los viajes rutinarios de la familia a la ciudad de Neiva, Jorge Villamil va a estudiar en 1941 al Colegio Antonio de José Sucre, en Garzón, Huila, una importante institución de la época. En esos años el recorrido desde Neiva hasta Garzón, se llevaba primero a caballo y luego en una berlina, especie de automóvil sedán extendido. Las carreteras estaban destapadas, en mal estado y con cientos de curvas que hacían el recorrido apenas soportable, si no fuera por los exuberantes paisajes que se desplegaban ante su paso. La primera parada fue en el Hobo y de allí llegarían finalmente al colegio de Garzón ubicado en la carrera segunda entre las calles octava y novena. En este colegio se reencontraría con la cultura musical del Huila y con el tiple, reforzando ese espíritu musical que llevaba en la sangre.
En 1943 por decisión de don Jorge, el joven Jorge Villamil Cordovez de 14 años continúa sus estudios en Bogotá en el colegio Antonio Nariño, prestigiosa institución en la modalidad de internado ubicada en pleno centro de la ciudad.
Por eso años la capital era un importante centro cultural; había conciertos y radioteatros que transmitían la música tradicional colombiana con las orquestas de Pacho Galán y Lucho Bermúdez, la audiencia de las estaciones de radio aumentaba y la música volvía a estar presente en su vida. Fueron 6 años de estricto estudio durante los cuales también se inspiró para componer Señor de Monserrate y Bogotá es para todos, entre otras.
Sus estudios de bachillerato terminaros en diciembre de 1948, ese nefasto año que cambió la historia de Bogotá y del país, luego del asesinato de líder del partido liberal, Jorge Eliecer Gaitán. Muchos viajes realizó entre la capital y regiones del Huila, acumulando con ello experiencias y observaciones sobre la vida en las regiones, las constumbres y las historias de sus habitantes. Al año siguiente Villamil entra a estudiar Medicina en la Universidad Javeriana de Bogotá. Durante esta época compuso canciones como Sampedreando, la Zanquirrucia, Entre Sombras y Adiós al Huila, entre otras. Entre sus clases de medicina, la tuna universitaria y las reuniones con los amigos, pasaron estos musicales años.
En 1959, y luego de haber terminado su especialización en ortopedia, Villamil instala su consultorio médico en Neiva en la calle décima con carrera quince. Era único medico en esta especialidad en toda la ciudad, su especialidad comenzó a competir con los tradicionales “sobanderos” que se ocupaba de las afecciones médicas de las articulaciones y huesos.
1962 fue el año en que compuso la canción que lo llevaría a las estaciones de radio de todo el país y que lo daría a conocer también internacionalmente. Espumas surgió en el transcurso de un paseo a la Hacienda Bateas ubicada en el municipio de Villavieja al norte de Neiva. El almuerzo de ese día fue a orillas del río caudaloso que se llevaba las espumas arremolinadas por la crecida.
Muchos otros viajes a interior del departamento del Huila, y los habituales entre Bogotá y Neiva se sucedieron a lo largo de los años, pero en 1965 aconteció un viaje que de manera inesperada lo llevaría a la composición de una de sus más emblemáticas canciones: Los Guaduales.
Por invitación Jorge Darío Garzón, Eduardo Collazos y otros amigos Villamil viajó en ese año al Valle del Suaza para visitar la famosa cueva de los Guacharos, especie de murciélago. Era un domingo de ramos cuando visitaron la cueva que estaba rodeada de guaduales que se estremecían con el paso del viento.
Esta canción tuvo el importante aporte de un campesino de la región. Jorge Villamil al ver los guaduales apuntó a decir que estaba bailando, a lo que el campesino le dijo: “no están bailando, están llorando”. El maestro al interrogarlo sobre por qué estaban llorando, respondió: “porque también tienen alma”. Y si se esperaba que en este viaje Villamil compusiese alguna letra sobre los guacharos en su caverna, esto no ocurrió, y es su lugar apareció la letra de una de las canciones más emblemáticas del compositor de las Américas.
1968 marcó un importante hito en la vida de Jorge Villamil Cordovez: su viaje a México para especializarse y llevar a cabo prácticas en ortopedia. Para ese año ya era un consagrado compositor reconocido por todos círculos artísticos de la época y por los medios de comunicación que reseñaron el viaje del compositor con toda su familia. Fueron muchas las despedidas que recibió Villamil antes de su partida, entre ellas una en el legendario Teatro México, evento en el que participaron entre otros el organista Jaime Llano Gonzáles y el dúo Los Tolimenses. El viaje comenzó partiendo del puerto de Buenaventura en un buque que atravesó el canal de Panamá, luego desembarcó en el estado de Texas, Estados Unidos, viajaron por tierra hasta Dallas y de allí por avión hasta Ciudad de México donde Jorge Villamil conocería a muchos artistas y personalidades como Armando Manzanero o Mario Moreno, Cantinflas, y donde compondría otra de sus canciones más importantes: El Barcino, inspirado en los hechos reales de un toro de la finca de su padre, y también a partir de la canción El Caballo Blanco del compositor mexicano José Alfredo Jiménez.
Otra canción que surgió en este viaje fue Oropel. Esta composición apareció luego de una serie de conversaciones que Villamil sostuvo con un empresario colombiano radicado en ese país y en las que le narraba todas sus desdichas en el amor. Las paradojas de la vida, la traición amorosa, los bienes materiales que hacen de la vida un oropel. De este viaje y del interés de Javier Solís por la canción Espumas, quedaron muchos vínculos entre Villamil y el país azteca.
Jorge Villamil regresó a Colombia un año después llevando en su maleta muchos recuerdos de tertulias y de los viajes en el territorio mexicano.
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