Desde hace la décadas la violencia en Colombia es generalizada. Hoy ya se reconoce públicamente que todas fuerzas del conflicto cometieron actos atroces como asesinatos y sentencias extrajudiciales. Desde los años 50, hasta mediados de los 80, era relativamente común que los asesinados fueran lanzados a los ríos como señal de advertencia y amedrentamiento a las poblaciones río abajo. El río Magdalena es una de las principales vía fluviales que transportó los cuerpos de hombres que traicionaron, se opusieron o simplemente incomodaron a alguna de las fuerzas de la región.
Cuando Villamil fue detenido por el ejército colombiano, el 25 de abril de 1976, acusado de “actos innecesarios con la guerrilla” por el hecho querer llevar un dinero para el rescate de un diplomático holandés, una de las mayores preocupaciones para él y para su familia, era que en todo momento se supiera dónde y con quién estaba, para no correr la mala fortuna de hacer parte de las largas listas de desaparecidos.
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Luego de haber sido sacado en helicóptero de la antigua hacienda de El Cedral, llevado a Neiva y de camino por tierra hasta Santander de Quilichao, el comandante de la tropa le preguntó a Villamil que si quería parar un momento a tomar tinto en algún estadero a orillas de la carretera. Villamil le dijo que sí. Entraron el capitán y Villamil, acompañados por algunos miembros del ejército. El sitio estaba ocupado por unas cuantas personas que observaron con curiosidad la extraña escena. De un momento a otro, uno de los clientes se levantó, se dirigió a la rocola y puso a sonar una canción del compositor, luego otro se levantó e hizo lo mismo, y luego un tercero. Era evidente que todos sabían quién era él, y que la noticia de su detención seguramente ya se conocía, con lo que el alma le volvió al cuerpo. Cuando llegaron a Santander de Quilichao una multitud lo estaba esperando para darle su apoyo. Así lo relata en la canción El Detenido: “Corre pronto la noticia que detuvieron a Villamil; se prende La llamarada allá en la corte del Rey David”. Pasados 11 días es liberado pues Villamil había dado aviso al gobernador sobre su insólita misión, su intención nunca fue considerada una traición a la patria.
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Facsímil de la noticia sobre la liberación de Jorge Villamil. Diario El Espectador, Mayo de 1976.
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