En 1963, luego de un cierto reconocimiento por canciones como Espumas, El Embajador y Garza Morena, Jorge Villamil decidió profesionalizar su trabajo como músico, para lo que acudió a la Escuela Departamental de Música, dirigida por Andrés Rosa, un sacerdote italiano.
Al momento de la entrevista el sacerdote le preguntó que “cómo era que un compositor de música popular quería aprender música”. Jorge quería aprender a escribir con partitura. A Rosa le pareció un total disparate. Escribir música, le dijo, “para él que ya es un compositor, limita las capacidades del músico empírico. Las exigencias académicas encadenan la inspiración espontánea”. A pesar de esta advertencia Jorge entró a una clase, estaba aprendiendo las notas básicas en el salón de los niños. El sacerdote lo encontró allí y lo tomó por una oreja sacándolo de la clase. Jorge no regresó a aprender música con partitura, pero sí consultó en numerosas ocasiones a Rosa para que lo ayudara a ponerle nota a sus canciones, como también lo hacía el con dúo Garzón y Collazos. Cuenta su hermana Graciela, que las canciones de Villamil tienen unas tonalidades muy bien definidas y diferenciadas, y esta característica la atribuye a que él debía aprenderlas de memoria. Garza Morena fue una de las primeras canciones para la que debió buscar ayuda para ponerle nota. Esta canción narra el abandono de un amor: “Ya tu bello plumaje lo admira el río, vagas por tierras lejanas y montes fríos. Buscando el refugio de parajes yertos, para calmar las penas de tu corazón que se encuentra enfermo.” Jorge no necesito aprender música en algún conservatorio para componer finalmente más de 180 canciones.
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